Artículos — 2 noviembre, 2013 at 7:29 pm

Literatura y periodismo de viajes, del diario a la memoria

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Como periodistas de viajes, una de las partes que más debemos cuidar es la escritura. No podemos quedarnos sólo en la parte, tan personal, del viaje. Somos periodistas, y como tales, escribir es nuestra tarea. Para ello hay que tener muy claro que escribir no es sólo redactar.

Tenemos que ser capaces de crear unos textos de calidad, que atraigan al público y sean capaces de transmitir a los lectores las experiencias y conocimientos adquiridos en el viaje. Y también, todo lo que conlleva la mejor literatura: emociones, preocupaciones, el crecimiento personal que se le supone al hecho de conocer nuevos mundos y al libro en sí mismo.

Para ser conscientes de esto hemos contado con varias sesiones, geniales, llevadas a cabo por el escritor Fernando Clemot. Él nos ha hecho ver que partimos con cierta ventaja respecto a otros periodismos, ya que nos encontramos ante un campo en el que la literatura puede campar a sus anchas, con una libertad que en otras especialidades requiere de muchas más justificaciones, especialidades sin duda más atadas a la objetividad, a la realidad.

De este modo, tenemos la oportunidad de ser periodistas, pero también de ser escritores en un sentido mucho más amplio. Para ello contamos con todo un mundo que nos abre la magia del viaje: la experiencia que conlleva, el misticismo de nuevas tierras y la importancia que la memoria tiene cuando queremos reflejar lo que ha supuesto el viaje para nosotros. Así, tenemos delante diferentes caminos a explorar.

Entre les Trous de la Memoire (Dominique Appia)

Por una parte, está el camino más periodístico, el atado al hecho y a la experiencia directa. El diario de viaje, el reportaje, las noticias con las que podemos topar, pertenecen a este tipo de disciplina, en la que el periodismo está por encima de la novelización de los hechos. El día a día, plasmado en el blog personal del viajero, es quizá un buen ejemplo de esto.

Más fascinante, para mí, es el relato que surge del viaje reposado, cuando el tiempo ha pasado y contamos con una nueva perspectiva sobre lo vivido. En este relato, la memoria es fundamental. Los recuerdos se convierten en ficción y aparecen nuevas historias derivadas de la experiencia directa. En estos textos estamos obligados a dar una mirada completamente nueva sobre el que nos ponemos a escribir; a dar una visión que sea original para el lector que lo pueda atraer. El lugar común es así el mayor enemigo.

Esto último es también aplicable al periodismo más puro centrado en el viaje. Tenemos que hacer una aproximación novedosa y, como ya hemos dicho, el misticismo de este género nos puede ayudar.

Un viaje puede ser fantasear delante del ordenador, arrastrando el cursor sobre Google Earth, como nos confesó el propio Clemot que no sólo hacía, sino que había sido punto de partida de algunos relatos. Un viaje es volver sobre la memoria de lo vivido y recrearlo todo, lo que crea un potente arma literaria. Tenemos que estar preparados para ser capaces de manejarla, de llevar conocimiento y recrear otros mundos en la imaginación de nuestros lectores. No es una tarea fácil. Tener presente lo que se ha hecho antes, viajar, observar, asimilar. Buscar nuevos enfoques. Ir del diario a la memoria. Y entonces, escribir.